sábado, 28 de diciembre de 2013

Leyenda del zorro

I
…Rulfo no escribió más. Pero, a diferencia de Rimbaud y de Salinger, no se escapó a ningún lado; se limitó a refugiarse en el Estado mexicano (esta vez en el INI, el Instituto Nacional Indigenista, donde se pasó más de veinte años corrigiendo anónimamente los errores históricos y antropológicos de las publicaciones del instituto), así que padeció de cuerpo presente la maldita pregunta, desde que publicó sus dos libros (en 1953 y 1954) hasta que murió en 1986.
Miguel Briante convenció a los de Confirmado en el ’68 para que lo mandaran a México a entrevistarlo y después contaba que se sintió como Walsh en “Esa mujer”: el “dónde, coronel, dónde” con que Walsh exigía saber dónde estaba enterrada Evita, era el “cuándo, Juan, cuándo” de Briante exigiendo a Rulfo que publicara de una vez esa famosa novela (La cordillera) que llevaba diez años escribiendo.
Para protegerlo, porque era igual de chiquitito que Rulfo y casi igual de genial, Augusto Monterroso inventó la fábula del zorro aquel que escribió dos libros muy celebrados y pasaron los años y no publicaba otra cosa y todos comenzaron a murmurar y cuando lo encontraban en los cocteles se acercaban a decirle que tenía que publicar más.
¡Pero si ya he publicado dos libros!, decía con cansancio el zorro.
¡Y muy buenos!, le contestaban, ¡por eso tienes que publicar otro!
Y el zorro no decía nada, pero pensaba que en realidad lo que la gente quería era que publicara un libro malo.
Y, como el zorro era zorro, no lo hizo.

II
Los fantasmas de Rulfo
Por Augusto Monterroso
Juan Rulfo nace, al parecer, en Sayula, estado de Jalisco, al parecer en 1918, y entra en la literatura fantástica por un camino propio y singular. En México no hay hombres-lobo, ni seres reconstruidos en una mesa de operaciones, ni vampiros. Pero abundan los fantasmas que se pasean en los cementerios y en las calles de los pueblos perdidos por la miseria, o por la violencia de la Revolución de 1910. Y hay un fantasma que recorre la obra entera de Rulfo en forma de viento, polvo, desolación y tristeza. Si la atmósfera de la que hablan los retóricos es un elemento fundamental en las narraciones fantásticas, las atmósferas creadas por Rulfo son tales que en ocasiones bastan para producir más de un estremecimiento, querámoslo o no.
Curiosamente, cuando hice en México una especie de encuesta entre conocedores del género fantástico, varios de ellos opusieron fuerte resistencia a considerar fantástica esta literat
ura de Rulfo, sustentada en seres no venidos del más allá, sino en pobres almas no desprendidas aún del todo de su condición terrena, tumbas a medio cerrar e insinuaciones de muerte en cada página. Tal vez su argumento en contra se basara, una vez más, en que en México las cosas "son así". Y bueno, cada quien tiene los fantasmas que puede. En cuanto a los de Rulfo, difieren ciertamente de los norteamericanos o los europeos en que, en su humildad, no tratan de asustarnos sino tan sólo de que les ayudemos con alguna oración a encontrar el descanso eterno. Sobra decir que son fantasmas muy pobres, como el campo en que se mueven; muy católicos y, sobre todo, resignados de antemano a que no les demos ni siquiera eso. 
En pocas palabras, lo que ocurre con los fantasmas de Rulfo es que son fantasmas de verdad. ¿Significa eso que les neguemos también ese último derecho, el derecho de pertenecer al glorioso mundo de la literatura fantástica? Sucede asimismo que hace años se creyó equivocadamente que Rulfo era realista cuando en realidad era fantástico, y nuestra buena crítica estaba convencida de que lo fantástico sólo se hallaba en las vueltas de tuerca de Henry James o en los corazones reveladores de Edgar Allan Poe. Entonces se planteaba también la dicotomía campo-ciudad como el ámbito o los ámbitos posibles de la narrativa mexicana, y en algunos sectores había como la necesidad de escoger tajantemente la ciudad en oposición a los problemas del campo, demasiado usados ya: la ciudad o nada. Rulfo resistió heroicamente esa demanda absurda y, para bien, se dedicó a escribir lo suyo.

Tomado de La vaca, Alfaguara, México, 1998. 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Renace nuestro Niño

Jackie Coogan
Acaba de pasar un solsticio más de los millones que ya han pasado y de los que restan por pasar. Solsticio ha sido traducido como “sol estático” pues parece que el sol llega a un punto donde parece que no se mueve. Esto visto desde los solsticios de verano tiene una emotividad ritual y desde los de invierno tiene otra.Todas muy interesantes.
La asociación del fuego y del oro al sol en la simbología y las mitologías es bastante común.
El fuego en los solsticios de invierno es usado como la chispa que ayuda a reavivar, a renacer el fuego de la hoguera del mundo. Ese sol nuevo es un niño, NUESTRO niño, nuestro recién nacido que merece una gran fiesta, nuestra gran fiesta!!!
A pesar que este movimiento de la tierra con respecto al sol desde que los humanos son humanos ha sido idéntico, sus interpretaciones no han sido tan semejantes. Todos tenemos la capacidad del habla, pero son muchas y diferentes las maneras de hablar, los idiomas son numerosos. Solo la ciencia se acerca a unificar criterios en su avance y progreso del conocimiento. Pero la ciencia como herramienta de conocimiento no ha sido tenida como depositaria del sentimiento y de la emoción. Científicamente podemos concebir el movimiento de la tierra pero eso no obliga ni deriva emoción alguna, es como cuando se descubre el truco del mago, el mismo acto pierde todo encanto. Es como si el fuego o sol interior del enigma y de la pasión que todos llevamos dentro de pronto se apagara y ya no hubiera motivos para alguna celebración.
¿Fuego, sol, interior? Así es. Nuestra relación directa con el sol es evidente y suficientemente tangible y muy marcada en las estaciones del año.
Nuestro sol interior lo percibimos desde la intensidad de nuestras pasiones y emociones mediante el gesto, gesto que nos comunica en su lenguaje los estados del alma y del espíritu de una persona o de un pueblo. Mimos, actores y bailarines son los maestros del gesto…

Cuánto nos dice un gesto retorcido, una contorsión caricaturizada, una ausencia de él, pero sobre todo qué sentimos con ellos y cuando los hacemos. Qué tan expresivos o inexpresivos somos es muestra de ese sol o fuego interior que a veces se aletarga o a veces erupciona, pero que también tiende a perecer a apagarse o a renacer.  En ese ritmo de desfallecimientos y renovaciones continuas se TRENZA en el universo y en esta tierra nuestra lucha por la afirmación de la plenitud de la vida, nuestra constante y permanente brega por la luz y el calor de nuestro sol, de nuestro niño interior que estará con nosotros hasta el último aliento.
Trenza de Navidad con galletas de almendras


Notas:
En este enlace hay fotogramas de John Leslie Coogan conocido en el cine como Jackie Coogan
http://www.divxclasico.com/foro/viewtopic.php?f=1054&t=65464

En este enlace se puede ver la escena más emotiva de la película The Kid de Charles Chaplin, nuestra lucha eterna por nuestro niño.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

En mi espejo, tu corazón veo

El cerebro y el arte de la ficción

Por José Gordon.

A todos nos ha pasado que al leer un libro nos metemos de cabeza dentro de un mundo. Vivimos, respiramos y habitamos lugares desconocidos. Recreamos en nuestra mente la ficción, y los mecanismos de la empatía están completamente despiertos. La neurociencia nos dice que esto se debe a que nuestro cerebro posee una herramienta fascinante para ponernos en el lugar de otra persona. Se trata de las llamadas neuronas espejo, descubiertas en 1966 por el italiano Giacommo Rizzolatti en la Universidad de Parma. Este hallazgo lo hizo merecedor del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2011, reconocimiento que también compartió con el mexicano Arturo Álvarez-Buylla y el estadounidense Joseph Altman.


En Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción, el escritor Jorge Volpi reflexiona sobre las implicaciones que tienen estos avances para entender cuál es la función neurofisiológica de la narrativa. ¿Por qué leemos libros y vemos películas tanto tiempo como el que soñamos? ¿Cómo se vincula con lo que vivimos? Volpi se interesa en estas cuestiones. Empieza el juego de espejos que supone una conversación. Volpi elabora un planteamiento donde la ciencia nos da más armas para hacer un elogio de la literatura y la lectura:


Jorge Volpi: Hay quien piensa que la ficción sólo sirve para entretenerse, que es una especie de juego, que es divertimento, pero la ficción está siempre relacionada con la realidad. Nuestro cerebro tiene la capacidad de detectar cuál es el origen de la información que tenemos: puede ser la realidad misma (lo que percibimos a través de los sentidos) o algo que consideramos ficción, pero una vez pasado ese estadio en el cerebro se confunden por completo. Mi imagen mental, el recuerdo de mi mejor amigo, en este momento es tan real o tan ficticio,  tan vívido o tan poco vívido como mi recuerdo de un personaje de la literatura, como mi recuerdo de Pedro Páramo. 

Ejercicios en el arte de ser humano


En tu obra propones que si eso ocurre es porque la lectura de un libro debe darnos alguna ventaja evolutiva. La mirada del otro, la lectura de otro tipo de mentes, te da la posibilidad de hacer simulacros para enfrentar al mundo, para entenderlo.


De entrada, todo el tiempo estamos completando el mundo. Es muy interesante darnos cuenta de lo que destacados investigadores han descubierto: las señales que van del cerebro a los órganos de la percepción, como en el caso de los ojos, son mucho más importantes que las que van de los ojos al cerebro. Eso significa que para el organismo es más valiosa la manera en que el cerebro ordena esa información que la información misma. Es decir, es más importante la recreación de la realidad que la realidad misma, y esto constituye un fenómeno esencial para la supervivencia.


Los seres humanos hemos desarrollado muy ampliamente la capacidad de predecir el futuro. Nuestro cerebro no está hecho para almacenar datos, no está hecho para tener una memoria de todo lo que hemos vivido. Sería inútil. Es por eso que olvidamos tan fácilmente. Aunque nos equivocamos constantemente, tratamos de prever lo que va a ocurrir todo el tiempo porque es lo único que puede garantizar nuestra conservación. En ese sentido, la narrativa (todas las ficciones, desde un videojuego hasta el cine), pero muy particularmente la literatura de ficción, las novelas, los cuentos y los relatos, son ejercicios en el arte de ser humano. Nos enseñan las distintas posibilidades de lo humano para saber cómo se comportan los otros en ciertas circunstancias y también cómo lo haríamos nosotros en el mismo escenario.


Desde esta perspectiva, la narrativa se propone como un mecanismo de nuestra evolución.

Exactamente. La narrativa y la ficción son, en términos generales, herramientas que forman parte del proceso de desarrollo evolutivo (en la forma darwiniana) del ser humano.

Esto nos plantea que cuando tenemos memoria literaria tenemos posibilidad de enfrentar los futuros de distintas maneras. Recuerdo una novela de Amos Oz en la que una mujer está ante una situación gris con su pareja. Tiene una gran incertidumbre sobre lo que va a suceder con su matrimonio. Al examinar sus opciones aparece la de tener un amante. Sin embargo, gracias a que tiene los mecanismos de la ficción como herramienta de su cerebro, no quiere repetir la historia de Madame Bovary. La lectura de la novela de Flaubert se vuelve un instrumento para tratar de enfrentar el futuro de maneras inéditas.


Las novelas nos colocan en escenarios de prueba posibles para ser vividos por nosotros, escenarios que podemos experimentar vicariamente, por un momento, a través de la ficción. Podemos también, en ese sentido evolutivo, comportarnos en consecuencia.



El laberinto de las neuronas espejo
En ese proceso no tan sólo nos inventamos y reinventamos sino que también participamos de una manera extraña en lo que parece estar fuera. Hay un pasaje memorable de tu libro que plantea lo siguiente: "Todo lo que soy y todo lo que percibo como el mundo: esta mesa, las nubes grisáceas en el cielo, mi propio brazo, el terso rostro de mi amada, todo se concentra en mis cien mil millones de neuronas".

Exactamente. Esto en cierto sentido es brutal. A muchos les cuesta asimilarlo pero esa es la realidad. Eso no quiere decir que la realidad fuera de nosotros no exista. Claro que existe y claro que seguramente tú estás ahí.

¡Espero! Nos reímos. Volpi desmenuza las paradojas de este conocimiento, se interna en el laberinto de las neuronas espejo:

Para mí no importa tanto que tú estés ahí como que mis sentidos te aprehendan y yo forme una imagen mental tuya, que es la que en este momento estoy observando, la que creo que está frente a mi yo, con la que creo que estoy dialogando. Tú habitas dentro de mi cerebro en este momento, independientemente de que, quizá, también estés a un metro de distancia. Esto tiene otras consecuencias fascinantes: a todos los seres humanos los construimos así y eso hace que puedan habitarnos también cuando no los vemos. Tú, para mí, sigues existiendo incluso si me volteara, pero también (en el caso más triste o más terrible) alguien podría seguir existiendo aunque estuviese muerto. La única posibilidad de la vida después de la vida en la que yo creo, es la vida después de la vida que está en las neuronas de las personas que te conocieron.

Y que de alguna manera... Volpi lee mi mente con el mecanismo de las neuronas espejo. 

...te siguen dando vida.


Leer la mente y el juego de la ficción
Hablamos sobre las neuronas que tratan de leer lo que sucede en la otra persona. Volpi muestra abiertamente su asombro:

La maravilla de las neuronas espejo es que están diseñadas para copiar los movimientos de los otros como si fueran nuestros. La única manera de leer al otro es aprehender al otro y luego, interiormente, copiar esos mismos movimientos que está haciendo el otro para tratar de saber lo que nos quiere decir. Para muchos científicos este juego de imitación ha sido más importante en el desarrollo de la humanidad que la inteligencia. Aquí podemos ver un atisbo del origen de la ficción que nace esencialmente de un juego entre dos personas. El sustrato de la empatía, lo que llamamos empatía filosóficamente, es ponerse en el lugar del otro.


En la piel del otro.

Y es natural, lo hacemos todo el tiempo. Tal vez bloqueamos la empatía con prejuicios que nos hacen pensar que no podemos estar en el lugar del otro, pero si nos dejáramos llevar en realidad es muy fácil ponerse en el lugar del otro. Es lo que hacemos todo el tiempo frente a la ficción, frente a una película o una novela.

Por eso a veces es tan interesante ver un beso en la pantalla como girar y vernos como espectadores, ver lo que pasa en nuestros rostros cuando estamos viendo el beso en la pantalla.

Exactamente, dice Volpi. Es también como hacer de alguna manera. 

Ver es como hacer, le digo. Volpi sonríe. Calibra la expresión. Afina su pensamiento de novelista y ensayista que sondea la mente desde la literatura y la ciencia:

Tal vez sea mejor así: ver hacer es como hacer.

Tomado de la revista Muy Interesante.
Las fotos son tomadas de:

http://karapaia.livedoor.biz/archives/51367170.html